Partiendo de la premisa de que la pérdida de peso es resultado del balance energético negativo, sería deducible que el ayuno prolongado sería la mejor técnica para reducir peso, sin embargo no lo es por las siguientes razones: causa hambre, supone la pérdida de masa magra, causa neutropenia y aumenta los niveles de bilirrubina en suero.
La dieta cetogénica se ha utilizado con éxito desde 1920 en el tratamiento de las convulsiones epilépticas en niños, sin embargo se ha utilizado como propuesta dietoterapéutica para el sobrepeso y la obesidad a partir de la década de 1970.
Las características distintivas del tratamiento con dieta cetogénica son la producción de cuerpos cetónicos, productos de oxidación de ácidos grasos en hígado y la reducción de los niveles de glucosa en la sangre. Los cuerpos cetónicos proporcionan un sustrato alternativo a la glucosa para la obtención de energía, y en el cerebro en desarrollo también constituyen elementos esenciales para la biosíntesis de membranas celulares y lípidos.
La terapia cetogénica original, conocida como dieta cetogénica clásica, diseñada por el Dr. Russell Wilder, es una dieta alta en grasas, normoproteica y muy baja en carbohidratos con una proporción en macronutrientes 4:1:1 lo que significa que hay cuatro partes de grasa por cada parte de proteína y carbohidratos.
Es importante diferenciar entre el concepto de cetooacidosis (estado patológico) y cetosis (estado fisiológico).
En la cetoacidosis de produce un fallo en la regulación de la producción de cuerpos cetónicos ocasionándose la acumulación de éstos (15-25 minimoles) y con ello se produce una disminución del PH sanguíneo.
En la cetosis, tras acabarse los depósitos de glucógeno hepático, los valores de cuerpos cetónicos oscilan entre 0,5 y 5 minimoles y siempre con niveles de glucosa mínimo estables.
Por otra parte, las dietas cetogénicas han mostrado beneficios cardiovasculares y en el metabolismo de los glúcidos, ya que promueven un perfil lipídico poco aterogénico , una disminución de la presión arterial y una menor resistencia a la insulina. Se ha sugerido también que estas dietas podrían tener efectos anticancerígenos , además de otros atributos benéficos sobre el metabolismo aeróbico y el sistema nervioso central a nivel de comunicación interneuronal; mientras que a la par se mantiene la controversia sobre los efectos adversos en especial los relacionados con las funciones hepática y renal.
Las dietas cetogénicas incrementan los niveles de colesterol HDL y generan reducciones significativas de las concentraciones sanguíneas de triglicéridos por lo que son consideradas como cardioprotectoras además mejoran el metabolismo de la glucosa disminuyendo los niveles sanguíneos tanto de ésta como de insulina, así como la presión arterial.
Las dietas cetogénicas se consideran efectivas en el tratamiento de la diabetes mellitus tipo II, para prevenir o retrasar la pérdida de masa magra corporal total y la sarcopenia que se asocian al envejecimiento, esto debido a que favorecen un balance proteico positivo debido a su alto contenido en proteínas.
El fundamento metabólico de este tipo de dietas consiste básicamente en el cambio de glucolítico a lipolítico que ocurre en ausencia de carbohidratos, a consecuencia de esto los lípidos resultan ser la principal fuente de energía.
Las dietas cetogénicas provocan un mayor efecto saciante debido a que los lípidos y los proteínas permanecen mayor tiempo en el estómago durante un mayor período de tiempo así como la inhibición del apetito causado por el B-hidroxibutirato y la acetona.
El cambio metabólico en la dieta cetogénica se produce precisamente cuando el contenido en carbohidratos es lo suficientemente bajo como para producir cetosis. Por lo tanto el nivel de carbohidratos que requiere una dieta cetogénica debe ser inferior a 0,2-0,4 g /kg de peso por día, cubriendo el resto de porcentaje con lípidos y proteínas.
Sin embargo este tipo de dietas posee una serie de desventajas que no presenta una dieta convencional.
La primera de ellas es el aporte de vitaminas y minerales que ofrecen las dietas cetogénicas, que es muy bajo y no cubre los requerimientos de las personas, lo cual se debe a que la restricción de carbohidratos también limita en gran medida la ingesta de frutas y verduras que son los alimentos más ricos en micronutrientes. Esta situación también va a repercutir en la ingesta de fibra dietética., que igualmente va a ser baja y va a generar episodios de estreñimiento. Además de esto, esta tipo de dietas también son responsables de períodos de diarrea, calambres, halitosis ( por aumento en la producción de cuerpos cetónicos) y la astenia (por la reducción de carbohidratos).
Como conclusión podríamos decir que tanto la dieta cetogénica como la no cetogénica son eficaces en la pérdida de peso, por lo que no existe diferencia significativa en estos términos. Por ello se le puede atribuir una mayor influencia a la adherencia al plan alimenticio, que a la composición de la dieta, en la eficacia de la pérdida de peso.
Entre las ventajas que nos puede ofrecer la dieta cetogénica, se encuentran que tiene un mayor efecto saciante, lo que puede disminuir la ingesta calórica, no afecta el perfil lipídico e incluso puede ayudar a mejorarlo, específicamente reduciendo las concentraciones plasmáticas de colesterol total y triglicéridos, así como aumentando los niveles de colesterol HDL. Sin embargo, no mostró tener efectos benéficos sobre las concentraciones de colesterol LDL, con respecto a la dieta no cetogénica.
Mientras que las desventajas son: limitación de la ingesta de vitaminas, minerales y fibra, que son muy importantes para el funcionamiento correcto del organismo, efectos adversos como estreñimiento, halitosis, diarrea, astenia, calambres, entre otros. Su seguimiento y adherencia a este tipo de dieta, no es más fácil y requiere tener cierta preparación y conocimiento sobre la composición de los alimentos para no ingerir más carbohidratos de los que se tiene permitidos. Además, no todas las personas pueden utilizar este tipo de dietas, ya que aquellas que tienen enfermedades cardíacas o del hígado tienen mayores riesgos al seguir una dieta cetogénica, por el alto contenido de grasas que puede comprometer el funcionamiento del corazón, y cuando hay una patología del hígado, por su imposibilidad para metabolizarlas y para llevar a cabo la gluconeogénesis. Por otra parte, en algunos estudios se observó un deterioro en la cognición con el uso de las dietas cetogénicas, especialmente en los siguientes parámetros: poder de atención, velocidad de la memoria, procesamiento de la información visual rápida y procesamiento de la información.
De este modo, podemos ver que las dietas cetogénicas tienen más desventajas que ventajas y no ofrecen una pérdida de peso significativamente mayor que las dietas convencionales, por lo que su uso no sería tan recomendable y no ofrecería beneficios valiosos en comparación con la dieta tradicional, para reducir las altas prevalencias de obesidad y sobrepeso. Así, podemos concluir que los esfuerzos por mejorar los tratamientos para el sobrepeso y la obesidad deben centrarse mayormente en lograr una mejor adherencia al plan alimenticio, que en alterar la composición o distribución de los macronutrientes de la dieta.