Existe una relación muy estrecha entre la forma en la que que comemos y nuestras emociones, de hecho cada vez que comemos no lo hacemos siempre por un “hambre real”, en muchos casos comemos con las emociones, ya sean negativas, tales como la tristeza, el enfado, la frustración, la soledad o incluso el aburrimiento pero también por emociones positivas.
Existe una relación muy estrecha entre la forma en la que que comemos y nuestras emociones, de hecho cada vez que comemos no lo hacemos siempre por un “hambre real”, en muchos casos comemos con las emociones, ya sean negativas, tales como la tristeza, el enfado, la frustración, la soledad o incluso el aburrimiento pero también por emociones positivas.
Todo el mundo come de forma emocional y es algo natural, el verdadero problema resulta cuando utilizamos la comida como único recurso para afrontar nuestros problemas ( a modo de calma, satisfacción, etc).
Uno de los primeros pasos para abordar esta situación es saber distinguir entre lo que se considera hambre real y emocional:
- El hambre real aparece de forma gradual, mientras que el emocional aparece de forma repentina.
- En segundo lugar el hambre real cuando hemos comido una comida lo suficientemente completo, suele desaparecer, en el hambre emocional suele perdurar.
- El hambre real no está asociada a ningún alimento en particular, el hambre emocional suele estar relacionada con alimentos altamente palatables o azucarados.
- En el hambre real podemos posponer el momento de comer mientras que en el hambre emocional no es posible.
Algo importante a la ahora de llegar este punto, no es el simple hecho de me lo como o no me lo como, sino los pensamientos asociados al propio acto de comer.
Yo puedo elegir tomarme un dulce desde el disfrute y la calma o desde la ansiedad y la culpabilidad, en este caso es la misma persona y el mismo tipo de alimento, pero lo que cambiaría serían los pensamientos asociados al propio acto de comer, de esta forma observamos que en el primer caso se mantiene una relación saludable con la comida, mientras que en el segundo no, tratándose del mismo acto, aquí observamos cómo los pensamientos están íntimamente relacionados con la comida.
Resulta importante comentar al hilo del párrafo anterior que para mantener una relación saludable con la comida debemos gozar de cierta flexibilidad a lo hora de elegir qué o no comer y desde que punto de vista, hablamos de aquellas personas que llevan a cabo una alimentación para bajar de peso y en la que restringen ciertos alimentos porqué consideran “prohibidos”. Se ha comprobado que al asociar este concepto de prohibido a ciertos alimentos provoca cierta ansiedad a nivel cerebral y más apetencia por estos tipos de alimentos. Se da un círculo vicioso particular en estos casos en los que al restringir alimentos, siento más hambre al final, esto hace que necesite ingerir más cantidad y como consecuencia sienta culpabilidad y de nuevo tienda a restringir. En este círculo es fácil entrar pero difícil salir. Se producen grandes oscilaciones de peso que dificultan conseguir los objetivos, y gran parte de estos pacientes a los cinco años como máximo recuperan el peso perdido, la principal causa es que no se produce el cambio de hábito y se vuelven a instaurar los malos hábitos de pasado.