La colitis ulcerosa (CU) es una enfermedad
intestinal inflamatoria crónica. Si bien la causa específica se desconoce,
se sabe que intervienen tanto factores genéticos como ambientales,
tales como alteración de las bacterias intestinales y aumento de la
permeabilidad intestinal que desregulan la inmunidad intestinal, causando una
respuesta inmunológica exagerada que provoca lesión gastrointestinal.
La enfermedad afecta al colon (intestino grueso) que incluye
el recto y el ano dañando el revestimiento interno del tejido intestinal. Cursa
con períodos de remisión y brotes por lo que un diagnóstico precoz es
fundamental.
Los síntomas asociados a la colitis ulcerosa son
principalmente la urgencia e incontinencia para defecar, tenesmo (sensación de
vaciado incompleto), incremento del número de movimientos intestinales,
mucosidad en las heces, defecación nocturna, flatulencia, dolor abdominal y
sangre en las heces.
Diagnóstico:
El primer paso para determinar el diagnóstico es tomar el
historial médico detallado de la familia y del paciente, incluyendo información
completa de los síntomas. También se lleva a cabo un examen físico. Ya que
otras enfermedades pueden producir los mismos síntomas que la CU, su médico se
basa en varios análisis médicos para descontar otras posibles causas de sus
síntomas, tal como una infección.
Los análisis pueden incluir:
Análisis de las heces: Para descartar una infección o para
revelar si hay sangre.
Análisis de sangre: Puede detectar la presencia de
inflamación y anticuerpos. Sigmoidoscopía: Examina el recto y el tercio inferior
del colon. Colonoscopía: Examina todo el colon y la punta del intestino
delgado.
Dieta para la colitis ulcerosa:
El tratamiento dietético es fundamental ya que un buen
estado nutricional hace que mejore nuestro sistema inmunológico.
Durante el brote aguado e debe de llevar a cabo una
alimentación de fácil digestión en la que se elimine la fibra como cereales
integrales, ciertas verduras, legumbres.
Se debe eliminar de la dieta todos los dulces y bollería
industrial así como grasas de mala calidad y alimentos muy grasos. Las formas
de cocción siempre deben de ser sencillas como la plancha, hervido o
microondas.
Hay que tener especial cuidado con los alimentos ricos en
lactosa, o azúcares como el sorbitol y la fructosa que pueden provocar
hinchazón. Se debe por tanto tener en cuenta la correcta administración de
alimentos ricos en calcio si el paciente no toma lácteos.
Es fundamental una correcta hidratación así como la toma de
infusiones antiinflamatorias como la cúrcuma o el jengibre.
Durante la fase de remisión es fundamental considerar
también si existe alguna intolerancia asociada por ello se aconseja al paciente
el uso de un diario alimentario para que vaya apuntando aquello que le sienta
mal.
Se ha visto que la dieta baja en FODMAPS (baja en los
oligosacáridos, disacáridos, y monosacáridos y polioles) podría ser útil en
algunos casos y debe realizarse bajo la supervisión de un dietista especializado que evite las
posibles carencias y asegure la presencia de alimentos con almidones
resistentes y fibra que actuarán como prebióticos.
Por último la
suplementación nutricional es fundamental para aquellos pacientes que presenten
desnutrición.